miércoles, 16 de marzo de 2011

El placer original

Comer es un placer
Comer dulces tiene un trasfondo que va mas allá de los beneficios nutricionales y saludables. Ellos aparecen en nuestra vidas sin darnos cuenta, desde el útero y constituyen la primera sensación de placer. Por eso, al nacer, la aceptación es innata . Hagamos memoria y recordemos la etapa en que intentamos ampliar el panorama gastronómico de nuestros hijos . De los cuatro sabores base ( salado, dulce, amargo, ácido) nadie puede negar que el único aceptado sin muecas de rechazo es el dulce . ¡Un ganador pleno! Los demás nos llevan un tiempo de prueba y error, hasta integrarlos a nuestra dieta y preferencias . De allí hay un paso al maravilloso mundo infantil de chupetines, caramelos, helados y golosinas .
Así el primer paso en la aceptación de nuestra profesión de pasteleros está naturalmente dado.
Lo dulce se incorpora a todas las comidas del día. Aun en tiempo de afinar la silueta , celebramos elegir como colación un caramelo acido o un yogur diet antes que las tristes y amargas endibias o flores de brócoli .
Resulta curioso que en la mayoría de nosotros surja la necesidad de terminar el día comiendo algo dulce . Siempre antes de acostarnos buscamos la forma de otorgarnos una indulgencia un mini alfajor, bombón, turrón o mis queridas Rhodesias.
¿ Qué nos lleva a esta actitud? Es el deseo, es el recuerdo, es la ansiedad , es todo eso… Es volver por un rato a nuestro mundo infantil donde se premiaban nuestras gracias , progresos , cumpleaños con dulces.
En el simple acto de comer un último bombón al terminar el día queremos reasegúranos la protección que sentíamos cuando niños .
Recuerdo haber guardado yo mismo , a escondidas de mi madre, una porción de mi torta de mi primera comunión . ¡ Por años! Si, años estuvo encerrada en un viejo estuche de reloj. Allí prolongaba el momento feliz que había pasado y oh sorpresa , el vehículo elegido para la memoria fue el dulce sabor.
La connotación festiva está asociada a un conjunto de motivos que predisponen a los invitados a celebrar, por eso, cuando nos toca hacer una torta de aniversario o cumpleaños, tenemos éxito asegurado .
Es en los postres de restaurantes donde concentramos el esfuerzo para lograr la sorpresa y el agrado . La tarea de alquimista obtiene sabores, texturas y decoraciones que llegan a la mesa justo en el momento que se termina la comida.
Recordemos que el termino dessert ( Postre en inglés y francés) proviene del verbo galo antiguo dessevir , levantar o limpiar la mesa ( hoy el verbo debarrasser ). Llegan ahí, cuando queda una última chance para degustar, y definen la suerte de todo el menú .
Yo siempre comparo esto con el último acto de una ópera . Si hay buena puesta en escena, voces correctas y brillantes régie, el éxito de toda la ópera está asegurado , limpia los errores y nos deja un sabor triunfal . Con los postres es igual, corrigen defectos del menú y nos predisponen para terminar felices.
Si tienen que ver con sensaciones , o con neurotransmisores , no lo sé . Mi experiencia viene del lugar de pastelero , con años de servicios en restaurantes y hoteles. Y los postres siguen y seguirán presentes en nuestras mesas.
Osvaldo Gross, revista “La nación”

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